miércoles, 15 de diciembre de 2010

Poco a poco

Esta mañana alguien me ha dicho que se muere de ganas por leer mi libro. Ha sido como un halago, pero lo cierto es que yo también me muero de ganas de leerlo. ¡Más que nadie! Mi correctora ansía leer un fragmento demasiado cercano al final del libro, sólo por saber "cómo escribiré algo tan complicado sin que resulte pesado". Me encantó su frase, porque me dio ganas de probarme a mi misma.
El libro va más lento que nunca, como le he dicho a mi amigo esta mañana, pero se merece toda la lentitud que sea necesaria, porque noto que el resultado está siendo satisfactorio. A cada recodo, a cada palabra, cada salto de página es como una prueba más para seguir con el nivel que está cogiendo. Es verdad que los primeros cinco capítulos son bastante apresurados y ligeros, pero tome la decisión de respetarlos por ser un buen gancho para el público de "lectura fácil". Faltar al respeto no es mi intención con esta expresión. Entiendo que hay gente que prefiera leer para relajarse, y no relajarse para leer, como es mi caso. Muchos prefieren evitar a toda costa que el libro les haga pensar: sencillamente hacen una lectura llana de la historia en sí, tan respetable como cualquier otra. No obstante... lamento decir que mi libro no está hecho para ser leído así, aunque está más que claro que la lectura fácil está servida, quien quiera entender simplemente lo que está escrito, podrá hacerlo; claro que es mucho más divertido dejarme jugar con vuestras mentes e ideas con las vueltas argumentales que os ofrezco capítulo a capítulo. No juego con un hilo argumental que varía a cada rato, para nada es eso, lo que sucede es que sois como un habitante confuso de una ciudad que está sufriendo cambios, y vosotros los sufrís también, dejando que vuestra lealtad esté con unos o con otros, en función de los pasos que da cada bando. Para mí es una manera activa de leer. Es una tercera persona que no lo parece, pues los ojos desde los que se cuenta la historia, aunque originalmente son unos ojos curtidos, varían en varias ocasiones dejando ver cómo lo vive el otro lado de la ciudad: la madre, el hijo, la princesa, la familia de las afueras... Jugamos con los personajes, casi tanto como con la ciudad. Y eso es tremendamente divertido y estresante.
¡Qué poco valor tiene la opinión de una escritora sobre lo que escribe!
Ojalá pronto pueda ofreceros algo -quizá una opinión- de un valor ligeramente más alto, ya que, como os he dicho, "un lugar en las catervas" me llevará el tiempo que necesite llevarme.
Para mí, nunca había tenido tanto sentido el refrán: "vísteme despacio que tengo prisa"

1 comentario:

  1. Es verdad que nuestras propias opiniones, sean buenas o malas, tienen poco valor. No obstante con lo que hemos leído de ti por aquí, confiamos en que realmente sea una novela de calidad. Tómate tu tiempo para escribirla. Es lo mejor.

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