domingo, 28 de noviembre de 2010

Cortar por lo sano.

Son palabras que fluyen en tu cabeza, y que segundos más tarde quedan inmortalizadas. Unas tranquilas, otras expectantes, y algunas puedes notarlas deseando ser borradas, y no descansan hasta que las borras. Pero al fin y al cabo, son sólo palabras.
Un despiste mío, y todo el trabajo de esta larga semana se ha esfumado. No menos de cinco capítulos, que no han dejado ni rastro en mi computadora, me amargaron la tarde.
Dándomelas de informática, he intentado recuperarlos, hasta desistir por pura impotencia.
Hecho de menos lo que escribí, aunque bien es cierto, que algunas de esas palabras que ya no existen, deseaban no existir. No obstante, prefiero ser yo quien decida borrarlas. No me gusta nada eso de que se me escapen entre los dedos, porque sin querer, las noto irse, y no puedo sujetarlas.
He abierto el archivo que yo intuía por el capítulo 46, y me aparece una versión de un antiguo capítulo 40 que borré tras escribir, y sustituí por algo más fresco y no tan sobrecargado. Me sentí hervir por dentro, y quien escriba podrá entender porqué. Estuve fría toda aquella tarde, antipática al teléfono, y al trato directo. Mis amigos jugaban a póker en el comedor, mientras yo me torturaba por mi imprudencia en mi estudio.
En un inicio, me planteé reescribirlo todo, teniendo la ventaja de guardar un recuerdo reciente de los capítulos, y teniendo además mis notas a mano. Sin embargo dije... ¿y si no lo reescribo?
Francamente, me cuesta decir que he terminado la segunda parte del libro porque me empeciné en ver una señal donde no la había, pero creo que ha sido un acierto. Lo hablé con mi correctora y apoyó la moción, mis ideas fluyen mejor cuando se las cuento a ella. Noto que escucha y comprende lo que quiero decir, y me esclarece las ideas. En diez minutos con ella, esclarecí meses de dudas y organicé mentalmente mi novela.

Ahora viene lo más difícil, ¿no?

viernes, 26 de noviembre de 2010

Asentando bases

Cuando algo gusta, suele ser su esencia la que debe permanecer intacta a los cambios. La que debe mantenerse siempre firme, aunque todo se difumine. En mi blog, lo puro e inalterable, son sus letras, como -supongo- en cualquier blog... y no podría cambiarlas aunque quisiera.
Un par de post atrás hablaba de un breve pero brillante escrito de unos once años atrás, con el que me topé hace unos días. Es obvio que ahora sé escribir mejor (aunque siga necesitando auxilio urgente para esa tarea), pero creo que cualquier persona que haya leído más de una cosa mía, podría encontrarme en aquel folio sin problema, y reconocer mi escritura.

La sola idea de que este blog pueda llegar a más gente, me turba. Y eso ha sido porque esta mañana he pensado... ¿qué escribo ahora que más gente va a leerme? Pronto me he dado cuenta que no debo alterar las bases de mi escritura, si bien es cierto que quizá no supiera hacerlo.
Estoy contenta de que esto guste a alguien, y súbitamente, con lucidez mañanera, he reparado en que la ausencia de comentarios, puede no significar ausencia de gente.
Me siento extrañamente rejuvenecida, a mis veintidós años, con respecto a mi blog.
Eso para Teilnok va a ser como una larga siesta que le deje nuevo, mientras yo organizo su mundo. De vez en cuando, supongo que todos necesitamos un empujón, y Teilnok, en estos momentos, es el más necesitado.

Me vereís más a menudo.
Quizá algún editor, también.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Rowling y Rosillo empiezan por "R"

Estuve tan desesperada que llamé a mi correctora, ya que, en calidad de la única persona que conoce a Teil, podría aconsejarme.
Me equivoqué, acontecimientos recientes me han tenido en vilo. Chiquilladas, sí; pero preocupantes: discusiones con dos buenos amigos. Me he escondido entre Teilnok y Tim, y ahora estoy buscando el valor para borrar lo escrito.

No me ha ayudado nada la lectura de la biografía de J.K. Rowling. Os dejo aquí una reseña, y os animo a que la leais al completo.
http://www.biografiasyvidas.com/reportaje/rowling/
He visto reflejados en ella mis hábitos, y me he sentido extrañamente sucia. Rowling no había publicado nada en su vida, hasta esa primera "piedra filosofal". La editorial la obligó a firmar con iniciales, para que nadie supiera que era una mujer. Mi libro "Harry Potter y la Piedra Filosofal" tiene fallos. Fallos, que no erratas. Puede que se dieran en la traducción, aunque lo dudo. Los he subrayado y marcado en mi ejemplar, concienciándome de que mi novela no los tendrá. Pero es absurdo. No importan los fallos, ni tampoco las erratas de un libro, sino la profundidad del mundo en que se encuentra.
Rowling había sido pobre toda su vida, y de pronto le dan una cuantiosa suma, equivalente a 14 millones de pesetas (86.000 € más o menos), con los que no sabe que hacer. Se da cuenta de que está escribiendo "basura" cómo ella misma lo llama, y se plantea escribir de verdad. Con su nuevo y reluciente dinero, se permite dedicarse a escribir exclusivamente, y de ese tiempo, surgen sus primeros libros escritos correctamente.
Pronto tiene que marcharse del café donde escribía cada día, porque los fans y periodistas ya no la dejaban trabajar.
Ella no era una gran escritora en los libros iniciales que tanto éxito tuvieron, solo gustaron porque el desarrollo del mundo que había en su interior, merecía la pena ser leído. Y eso me ha llevado a plantearme... Tanto perfeccionismo, ¿para qué? ¿No es, acaso, lo de dentro lo que importa? Y ahora no sé si mi mundo creado es suficiente para atraer a alguien. Sé que muchos se sorprenderán cuando lo lean, pero no creo que mi libro pueda llegar a ser tal algún día.
Prometo que me patearé mil editoriales, y que trataré a toda costa de que mi libro sea leído, pero la verdad, es que aunque encuentro similitudes entre la Rowling pobre y yo. No consigo encontrarlas con la Rowling de éxito, porque sus libros son buenos y el mundo que muestran, definido, a partir del tercer o cuarto volumen. ¿Tendré que esperar tanto yo, para conseguir algo remotamente más modesto? Solo quiero una publicación de una tirada pequeña, que no me cueste una fortuna, y una estantería pequeñita en Fnac.
Quizá debería publicar mi libro solo con mi apellido....

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Una discusión trascendente.

Moali y Teilnok van a tener una buena, o al menos eso es lo que se espera.
Pero no quiero escribirlo, puede que no tenga que hacerlo. Mancharía el nombre de mi buen protagonista si lo meto en una discusión donde él pregunte, o haga preguntas.
Ayer mismo, escribí tres capítulos más, y pensaba que la tarde estaba siendo fructuosa... hasta aquella conversación imposible. No menos de ocho veces la reescribí, y sigue inconclusa.

Es un fragmento difícil. Me encantaría saltármelo para que cada uno se imagine la discusión.
-¿Dónde has estado?
¿Cómo pretendéis que Teilnok conteste a eso? No es su estilo contestar, y si lo hace con otra pregunta, el otro se enfurecería... Y eso llevaría a una confrontación entre dos protagonistas, que he de evitar a toda costa. Todo tiene que ser sutil para poder seguir con el curso de la historia, pero Teil no es nada sutil, y yo estoy en un atolladero. ¡Que desastre!

Por suerte tengo mi maquinita portátil de trabajo, donde caben Teil, Moali, y todas las confrontaciones imaginarias que quiera añadir.
Hoy, desde el Starbucks, -como cada miércoles- lo intentaré solucionar, y mañana daré más noticias a mi padre, que creo que es el único que lee el blog, y que sin embargo, no es seguidor de él. ¿No es curioso?

P.S. Papá, si te haces seguidor, te envían un mail cada vez que publique algo nuevo :D

martes, 23 de noviembre de 2010

Ya no me importa.

Cualquiera diría que es triste entrar en tu blog, y no ver un triste comentario de alguien que se interese por él. Culaquiera lo diría, pero yo no.
Anteriormente ya lo he escrito: cada vez me importa menos la popularidad de mi blog, pero bien es cierto que hoy al abrirlo, y no ver ningún comentario de nadie bajo mi entrada anterior, me ha arrancado una sonrisa... una sádica sonrisa.
Eso ha sido muy bueno, porque de pronto he sabido que lo que tengo entre manos, a más de uno dejará boquiabierto.
Todo ha comenzado cuando, arreglando papeles esta mañana, me he topado con un breve y brillante escrito de una sola página. Trataba de una profesora de filosofía, llamada Elena Arnau, que corregía exámenes de sus alumnos, y tras acabar, simplemente descansa.
La extensión del escrito es de una página exacta, ni más ni menos. Sencillo. Claro. Sintácticamente correcto. Sencillamente brillante.
De muy pocos escritos puedo decir esto, no obstante de este hablo con la cabeza alta, pues lo escribí con poco más de diez años, y no lo supe hasta ver mi firma.
Me percaté de que mi escritura, a pesar de necesitar grandes dosis de aprendizaje y perfeccionamiento, es algo que siempre ha estado en mí, y que siempre he disfrutado. Por eso, con diez años, pude escribir un fragmento del que me siento orgullosa, y que de hecho puede que llegue a ser un proyecto en todo regla algún día. El texto está bien, porque yo escribiendo, también lo estoy, y eso lo trasmití hace diez años a un papel, y ha llegado a mí, millones de segundos más tarde con la misma intensidad que entonces.
Es perfecto sentirse así, y sentir que tengo algo grande entre manos, que va a hacer que dentro de diez años me sienta orgullosa.
Quizá entonces, cuando los cuatro gatos que espero que lean mi libro sepan quien es Teilnok, este blog sea un mudo y orgulloso testigo de algo que un día estuvo inconcluso, y que la gente LO QUIERA LEER.
Hoy he sonreído porque imaginé por un segundo un libro encuadernado, y alguien cerrando su última página, que acudía después corriendo a visitar este blog.

martes, 16 de noviembre de 2010

Ya tiene título.

Una novela, no es una novela si no tiene título, y cuando me dispuse a imprimir la primera parte de mi incompletísima obra, caí: ¿No me falta algo, además de las restantes partes que me quedan por escribir? Si que faltaba. Pronto esa portada que hice con todo mi cariño, estructuró la primera parte de mi libro.
Ya existe, y es una realidad: Un lugar en las catervas.
Cada vez estoy más segura de que esto va a salir bien.
Y ese es un presentimiento que no se tiene todos lo días.

Es curioso tener esa sensación cuando nadie recuerda a Teilnok, y ahora que mi correctora está enfrascada en sus asuntos, pero es una sensación.
Y ya nadie me la quita, porque escribo mejor con ella encima.