sábado, 6 de diciembre de 2008

Su propio nirvana níveo, no el mío.

""Si estas buscando cambiar el modo de enfocar tu vida, es porque no te gusta; ¿me equivoco? Tal vez tu buda personal esta en casa y no te has dado cuenta de ello, ¿o acaso no te lleva al "nirvana" cuando le abrazas? Saludos. ""
Ese es Andros. Ha llegado a ser mi amigo sin saber muy bien como. Para los que anden perdidos les informo: En mi anterior post planteaba mi imposibilidad de llevar a cabo el sistema de vida budista por el hecho de no poder concentrarme solo en mí. Hablaba de que para practicar un budismo sano, se necesita estar absolutamente sola, y creo que hoy en día no es muy posible que eso suceda. Andros, (el amigo de una amiga que ha llegado a ser el mío de nuevo tras un lapso de tiempo de incomunicación) comenta la cita que encabeza esta entrada. No es la primera vez que lo menciono aquí.
Contestaré de manera un poco más extensa por el riesgo que entrama responder de manera incompleta a tan complicada pregunta. Puede ser malinterpretada con mucha facilidad. Quiero dejar constancia de que no me preocupa la reacción de mi novio. Él jamás visitará este blog. Mis movidas no le interesan y no pierde el tiempo de esta manera. Se dedica a otros hobbies que yo respeto, pero no apruebo. Mantenemos una relación sana, y dudo mucho que unas palabras puedan afectarle.
En fín, iremos por partes: “Si estas buscando cambiar el modo de enfocar tu vida, es porque no te gusta; ¿me equivoco?” No Andros, no te equivocas. Mi vida no me gusta en absoluto, pero estoy feliz porque el rumbo que estoy tomando con ella es el que quiero tomar. Tengo un rebelde inconformismo con todo lo que tenga que ver con mi día a día, por unos problemas perpétuos de sueño que por desgracia no remiten con los años. De modo que mi colcha, mi novio, las paredes de mi casa, mi familia, un peluche o mis nuevas botas, me son indiferentes en mi día a día. Esas cosas no me hacen feliz o desdichada. Solo tienen el poder de mejorar mi estado de ánimo o de empeorarlo. Es horrible, pero es la verdad. Tengo un gigantesco problema que como decía Marcos, es el eterno enigma de la flor que crece a la inversa: lo que hay alrededor de mi cuerpo no es exactamente mi realidad. Mi realidad está dentro de mí, y todo nace y muere en mi interior. Es como una flor que ya había nacido cuando comienza su existencia. La riqueza del suelo, la lluvia y el sol no le afectan en su crecimiento, solo lo hace más llevadero. La flor crece o muere por algo que no está a la vista de nadie. EL mundo entero se sorprenderá viendo como una flor entre cenizas y a la sombra, crece bien. De igual modo que se sorprenderían al ver otra que muere bajo el sol. Así es mi mundo, empieza desde dentro. Si dentro está bien, todo está bien. Pero si está mal, no importa todo lo bien que esté lo demás. Marcos lo explicaría mejor, si desea deleitarnos con su sabiduría, estoy abierta a sugerencias. De modo que no, Andros, ahora estoy trabajando un poco más en mí como ya os he comentado, pero realmente, no soy feliz y me queda mucho por hacer.
Continuemos: “Tal vez tu buda personal esta en casa y no te has dado cuenta de ello, ¿o acaso no te lleva al "nirvana" cuando le abrazas?” Realmente sí, pero el nirvana que yo busco no es el que él me puede ofrecer. Tiene un modo de vida contagioso, por lo cómodo que es. He aprendido de él una lección que personas mucho más inteligentes que todos nosotros no me han conseguido enseñar: “Para ser normal, solo tienes que serlo, porque no eres diferente a nadie hasta que tú lo decides.” Os aseguro que estas palabras, jamás van a salir de su boca, y nunca lo han hecho. Pero lo aprendí viendo como una persona tan terroríficamente complicada como Alex, se adaptaba a todo sin ningún tipo de problema. Él si que tiene un nirvana práctico: es el “nirvana níveo”. Un jodido lienzo en blanco, con mil brochas delante, todas sin usar. Y cuando lo abrazo, mi lienzo pintarrajeado se desdibuja, y se queda como el suyo. O a lo mejor, mi lienzo se convierte en el suyo, no lo sé.
Sí, es un nirvana, pero para estar feliz en mi interior, necesito ver que dibujo se oculta tras mis pinceladas inconexas. No soy conformista, un paisaje blanco no me vale en absoluto, aunque me alegre que él tenga el suyo eso no forma parte de mí.
Tener un folio en blanco delante durante demasiado tiempo, significa que no te atreves a ensuciarlo. El problema es que mi pintura es horriblemente densa, oscura y pegajosa… y me cuesta mucho poderla borrar.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Tuve un momento de clarividencia gracias a mi gato

Voy a hablaros de algo que me turba y sobre lo que seguro que dejaré más entradas por aquí. Hoy abriremos boca.
Comprendo las cuatro nobles verdades, y admiro el budismo por encima de todas las cosas. He conocido a dos grandes personas que practicaban esta forma de vida y solo con encontrarte cerca de ellas se iluminaba tu propio mundo interior. Las admiro porque yo por ejemplo soy incapaz de involucrarme en esa “no-religión” con mi ritmo de vida. Recuerdo que solía pensar: quiero ser como ella. Era cierto, yo quería ser así de feliz. Sin embargo cuando le preguntaba me decía que ella no era feliz en absoluto, y que de hecho no sentía simpatía hacia su propia persona. Buscaba incesantemente algo dentro de ella que la llevase a encontrar su paz. Pero, ¿acaso podía sentirse más en paz de lo que ya estaba? Yo era idiota, claro que sí, y ahora comprendo que me hablaba de algo llamado “nirvana”. Llevo muchísimo tiempo investigando el budismo, anhelando en vano llevar esa vida idílica que llevan, incluso en su interminable búsqueda de la iluminación. Las turbaciones internas de los budistas, son admirables, sin embargo, -y siento si algún budista lee mi ignorancia- me parecen tristes desde el punto de vista sentimental. Al parecer los budistas consideran que el principio de la insatisfacción es el deseo, y yo pienso que según esta regla, ningún budista puede enamorarse. Porque a fin de cuentas el amor, desde el punto de vista más consciente, significa el deseo que se siente hacia algo o alguien (olvidándonos de un punto de vista puramente físico). El hecho de no poder enamorarse me parece muy inteligente, más que eso, me parece algo muy sabio y productivo, sobre todo para cultivar la paz interior. Sin embargo me produce desazón por lo que eso significa en mi caso.
Ya he hablado de la afinidad que siento hacia el modo de vida budista, pero sé que yo no podría practicarlo jamás. De hecho no voy a engañar a nadie, me siento más budista que nunca (remito a la anterior entrada de este blog), pero busco y busco dentro de mí los principios a los que se remite, y no encuentro más que obstáculos. Para practicar el método de vida budista, ante todo, tienes que encontrarte solo. Necesitas estar contigo mismo y con nadie más. Y yo, en el sentido metafórico de la palabra, estoy casada. Esas personas a las que yo conocía, se habían entregado tanto en su búsqueda que no permitían que nada ni nadie turbasen su mente. Eso ya es un sacrificio gigantesco. Yo aunque a mi modo, practico esa casi religión no teológica. Pero no estoy en disposición de vida para adherirme totalmente al budismo: sencillamente, no estoy preparada. Vivo con alguien, y cuando me tumbo en la cama y comienzo a vaciar mi mente después del duro día de trabajo, preparándome para encontrar el difícil estado jhāna, Alex se gira y me dice: “Cariño, Boo me está chupando el pelo”
Fue entonces cuando descubrí porqué existen los templos budistas. Fue mi pequeño nirvana personal.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Ultimos tiempos de abstinencia.

Solo tengo una forma de describir mi actitud estas largas semanas: ausente. No me juzguéis todavía, joder, que de verdad tengo una buena excusa. He estado con la mano malita, tuve un esguince de estos chungos con roturas fibrilares, fibrales o algo así, y he estado de baja dos largas semanas. Además en mi casa hay reformas y mi precioso Imac permanece tapado y protegido bajo los plásticos que protegen mi casa, tristemente desconectado. No he podido prestar mucha atención a mi fea costumbre de escribir.
Yo he vagado por Valencia todos los días. He encontrado tiendas raras, tiendas caras, tiendas muy muy caras, y tiendas de mierda. Pero sobretodo me he encontrado a mí misma. Paseaba y paseaba durante horas, y de pronto encontraba una librería y me colaba dentro. Tomaba cafés en sitios chulos, y probaba pasteles nuevos. Y he estado sola todos los días. Nadie me ha llamado, excepto Nacho y Knuckle, una vez cada uno. Y la verdad es que no hablé con ellos. No estaba en ninguna de las dos ocasiones, justamente por eso: estaba simplemente vagando. De vez en cuando llamaba a Momo, aburrida a veces, otras melancólica. Pero estas semanas la pobre iba acelerada, y he sido un estorbo para ella. Me ha prestado más atención de la que debía darme.
La mayoría de las noches las he pasado en casa de mis padres, por eso de mis ascos a la limpieza. No podía soportar muy bien eso de que todo estuviese lleno de polvo sin poder hacer nada, pero en fin, se ha sobrellevado la estancia en mi antiguo barrio por varios motivos:
1- El hecho de haber convivido algunos días con mis padres me ha hecho ver lo difícil que es convivir con ellos. Me he sentido bien sabiendo lo guay que es forjar unas nuevas costumbres “caseras” al margen de ellos.
2- He podido recordar como era aquel machacado camino hacia el instituto, y he pasado por su puerta sonriendo por haber dejado atrás aquella etapa de mi vida, en la que la gente trivial aparecía y desparecía de mi vida a diario machacando mi cabeza.
3- Me he cruzado con gente que conocía por la calle, y me ha hecho muy feliz ver que ni siquiera me han reconocido. Me ha hecho feliz ver que simplemente todo ha cambiado. Sin ir más lejos, gente que pasea por aquí ni tan siquiera me ha mirado a la cara cuando he pasado por su lado. También me ha sucedido con Fuen, otra antigua compañera. Cierto es que mi apariencia física no ha variado mucho, pero simplemente desapareces de la vida de la gente, y luego ya no eres algo especial entre el gentío. Algo que por ejemplo no pasó con Anet con quien tuve un conversación agradablemente trivial un día que nos cruzamos.
4- He recordado antiguos noviazgos. Cosas que empezaron en el patio de esa finca en patraix, y que terminaron en mi sofá. Otras cosas que me llevan a ver un carísimo coche aparcado en el cutre callejón de aquí al lado, o una moto gigante que desentonaba con el entorno, esperándome. Tertulias con Knuckle en el salón o en mi habitación. Fiestas a oscuras en mi casa jugando a las tinieblas… Pero sobre todo he recordado como empezó mi relación actual. El dulce noviazgo…. No, es mentira, el noviazgo no fue nada dulce. Fue terroríficamente amargo por diversas pérdidas que se sucedieron desde el momento que mi cuerpo tocó el de Alex. O por lo menos fueron duros los primeros meses. Después empezamos a centrarnos un poco más en nuestra relación, y menos en la de los demás. Pero recordar me ha venido bien, y ¿porqué no? A Alex y a mí tampoco nos ha ido mal del todo separados unos días (él si pudo soportar la suciedad del piso, y se quedó allí). Me ha servido para pensar como empezó todo, y como hemos evolucionado, como pareja, como personas y sobretodo, como adultos. Ahora la casa va viento en popa, y dentro de sus estrecheces, sé que va a quedar preciosa porque la hemos hecho nosotros. Puede que también tenga algo que ver la pasta que nos hemos dejado en el pisito… ¬¬
5- Otro de los motivos por los que me ha sentado bien volver, ha sido mi cuarto. Ahora el piso sí que está en condiciones para que pueda llevarme mi montaña de libros allí, pero los he echado mucho de menos, y he podido meditar a gusto, en una casa vacía. Perdonad que insista, pero de verdad me ha servido para encontrarme a mí misma. Necesitaba estar sola un tiempo, sin los agobios del trabajo. Aunque reconozco que he extrañado el trabajo y los compis, creo que no había podido soportar el agobio de la reforma y el trabajo todo junto.
6- Solo escribo este punto porque los números impares me parecen imperfectos, y terminar con un número cinco sería casi peor que terminar con una coma.
Y en fin esa ha sido mi vida estas últimas semanas. No he escrito nada de nada, excepto quizá resúmenes para el cole, pero eso no cuenta creo. Pronto os seguiré contando.
Muchas gracias por pasaros por aquí.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Algo por fín, salió bien. Ya era hora cojones.

Todo sucedió muy rápido en mi cumple. De pronto se me llenó la casa de gente nueva a la que apenas conocía. La serpentina me manchó el suelo, y me gustó. Es muy raro que a mí me satisfaga en lo más mínimo un trozo de suelo sucio, pero lo hizo. En aquella semi fiesta descubrí lo afortunada que soy viviendo con mi pareja. Ver a adolescentes, y a otros que no lo son tanto, disfrutar de una casa y de un sofá que pertenece a gente cercana a ellos, les relaja y les produce un sentimiento de falsa propiedad que no sabría definir bien. Estaban allí conmigo en mi cumple, aunque algunos ni siquera me habían visto más de tres veces, pero estaban. Y eso es más de lo que pueden decir muchos. Que triste suena leerlo, pero que divertido fué.
En esa fiesta me dí cuenta de que gente como Nacho, MªAngels, y Andros merecen la pena. Una partida de cartas con ellos, simplemente es sorprendente y nueva porque te sientes bien a su lado, y confías-sin saber como cojones es posible eso-en que todo va a ir bien. Estás tranquilo porque no esperas que a raiz de esos momentos las cosas salgan mal. Solo por esas sensaciones nuevas, fue genial estar allí con ellos para estar con Momo, que por cierto se mostró extraordinariamente brillante, y creo que disfrutó como la que más.
Todo lo que sucedió fue gracias a que ella me quitó de la cabeza mis gilipolleces de los amigos de alquiler. Gracias a ella, y a aquella noche, muchos pueden dejar de serlo.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Quejica por naturaleza

Tengo la cabeza terroríficamente embotellada. Un resfiado hace que parezca un goblin hablando, y para más inri creo que me ha caido encima un teclado de esos de los dibujos. Pensé que si iba a la peluquería todo iba a solucionarse, pero no era así. Ahora tengo un flequillo moraducho y sesenta euros menos. No sé lo que pagaría ahora por un masaje, pero en verdad a nadie le importa. ¿Y sabeis por qué? Porque siempre me pasa algo. Tuve una amiga muy cercana a los doce años que cada vez que me veía en baja forma o cansada, me lo recriminaba. Desde entonces, supongo que aprendí a quejarme solo cuando me duele un poco la cabeza, un poco la pierna, un poco la espalda o un poco la muñeca. Pero cuando no puedo andar bien, tengo una de esas fortísimas migrañas o simplemente me despierto como si me hubiera pasado la noche golpeándo una pared, no digo nada. Solo estoy de mal humor. De muy muy muy mal humor. Cuando vivía con mis padres esas cosas eran poco trascendentales, pero ahora que vivo con mi novio, todo ha alcanzado una nueva dimensión.
Nos solemos levantar sobre las nueve y media. Cuando empieza a sonar la radio el gato se despierta, y oímos como el hurón se rasca en su jaula. Si me levanto y no me apetece decir nada, es una muy mala señal. Esas mañanas trato de mantener mi entorno a mi gusto, y me desquicia cualquier cosa que tocan. Y cuando estoy a punto de quejarme por inexplicables malestares, recuerdo que muchas personas se han marchado de mi vida o han desaparecido, por lo dificil que es vivir a mi lado. Aprieto los dientes, y no pestañeo, no valla a ser que al recuperar la visión ya no encuentre a nadie. Pobrecito mi niño, cuanto me tiene que aguantar.

jueves, 6 de noviembre de 2008

No sé que significa ser lo que quiero ser.

En fin, hoy le toca a Felix de Azúa. Mi compañera de trabajo me habló de él, y se lo agradezco de antemano. Este brillante tío escribió un super libro –sí, sé que he dicho super- titulado “Diccionario de las artes”. Es un jodido regalo para todos aquellos que les gusta empaparse de gente mucho más inteligente que ellos. Yo por mi parte, me sentí frustrada al leer en uno de sus pasajes una frase que dice algo así como que "un verdadero artista no estaría leyendo este libro, estaría trabajando". Entonces me detuve y me puse a escribir incoherencias, pensando que hacía lo que debería hacer. 

Hubo una época en que mi mejor amiga confiaba tanto en mi talento como escritora que constantemente me incitaba a participar en concursos, e iba recogiendo por ahí cosas que yo había escrito. Eran cosas absurdas y sin valor, pero ella las guardaba. En esa época, recuerdo haberme involucrado mucho en mis escritos. Tanto que llegaba a hablar de mis personajes como si fueran uno más, o incluso a pensar lo que hubieran dicho o hecho en ciertas situaciones. Eso extrañamente, me hacía sentir bien.

Hoy día pienso que aquella época de escritos incompletos y absurdos, fueron mi apogeo, y lo pienso por la frase que os he comentado de Azúa. En aquella época yo no me preguntaba si lo hacía mal o bien, ni leía a esa gente más inteligente que yo, simplemente vivía para escribir, y lo hacía por naturaleza. Ahora ya no sé qué es ser escritor, ni tampoco sé qué tienen ellos para manejar bien este arte: ¿Es vivir para ello? ¿Es escribir en todo momento cientos de cosas, por tontas que parezcan, hasta mejorar? ¿O  ser escritor es, por el contrario, pasar por una ardua época de absentismo artístico, aprehendiendo a ser lo que serás siempre?

Realmente, no sé cuando estaré preparada para llamarme escritora. Pero bien cierto es que me siento como una de ellas solo por la calma interior que me recorre el cuerpo, al ver que alguien sonríe cuando lee una parte de mí.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Sigo llamando amigos a aquellos que ya no lo son, y me jode.

Este fin de semana probablemente celebraré mi cumpleaños. Momo, por supuesto, lo ha organizado todo. Y estoy segura de que muchas de las personas que quisiera que viniesen no vendrán. Un año me prepararon una fiesta en la que hubo un gran invitado sorpresa, era Sentandreu, y entonces me di cuenta de lo que podía significar la armoniosa comunión entre algunos de mis círculos de amigos. Y entonces pensé: ¡Coño! Eso nunca va a pasar.
Y era cierto. Ninguno de mis amigos conoce a todos los demás. Porque cada uno de ellos pertenece a esferas muy diferentes de la sociedad. Los conocí aquí y allá. Sentados en una reunión de un grupo musical, saliendo de un supermercado, en una cafetería de una academia de baile, o visitando a una quinceañera embarazada. Y sin saber como, o sabiéndolo demasiado bien, ya no forman parte de mi día a día ninguno de ellos.
En primer lugar un tal Marcos: tres carreras terminadas, intelectual si los hay, y por supuesto… mujeriego. Ahora ya no está.

Un tal Lucas, sobrino del tal Marcos, raro, rebelde y por supuesto… mujeriego. Y ahora ya no está.
Max: Yo creo que sobran todas las demás cualidades, él era entre todos los demás mujeriego. Y ahora ya no está.
Oto. No he encontrado las letras en el teclado para hablar de él, pero de todos modos tampoco está.
Knuckle, poco sociable, irónico, fiel y obviamente, aunque esté en su etapa contemplativa, es un mujeriego. Lo mejor de él es que sigue estando, a pesar de todo. Como Momo, solo que él a más kilometros.

Y Momo que es esa persona que (simplificando) sabe crecer sin agua, y no ahogarse en ella cuando la tiene.
Todo esto lo explico porque hoy, resulta que he conocido a una persona que parece lo suficientemente racional e interesante para ser una fácil victima que puede terminar tomando un café conmigo. Y de pronto piensas: ¿Cómo es? Puede que el día de su cumple me lleve a jugar a un parque, o puede que me lleve al planetario, quizá a un casino, o puede que terminemos cenando en la playa mientras llueve a cántaros. Podré preguntarle tanto, y seguir sabiendo tan poco, que casi me desespera. No se como llegué a trabar amistad con esas personas que tanto me quisieron, o que en pocos casos, me quieren. Y ahora entiendo, mejor que nunca, que jamás podré cenar con todos ellos a la vez. Nunca. Y como duele saber que has perdido esa bonita sensación de sentirlos a todos juntos, y oír sus risas combinadas. Veo a esta nueva persona y pienso que realmente, encaja muy poco con todos los demás, y que nadie tiene nada en común con mis amigos, ni ellos conmigo tampoco. Son seres que chocan, convergen, y en algunos casos mágicos se vuelven uno, para después, tras dolorosas traiciones o percances, dejarte mutilado sin esa parte ajena a tí -y a la vez tuya-, en que te apoyaste. Y ahora sé con certeza que tengo a un amigo en potencia, que puede ser alguien importante para mí, y que la simple posibilidad de estar sin él, aun sin haberle conocido todavía, ya me angustia. He sido reemplazada muchas veces. Y no lo entiendo, porque yo, de los que he perdido, todavía no he podido reemplazar a nadie.
Y en este punto, sin haber releido todavía la mezcla de ideas inconexas que acaban de salir de mí, solo tengo clarísima una cosa: Este fin de semana probablemente celebraré mi cumpleaños. Momo, por supuesto, lo ha organizado todo. Y estoy segura de que muchas de las personas que quisiera que viniesen no vendrán.
Extraed conclusiones de este texto. Yo soy incapaz. Pasad un buen día.

martes, 4 de noviembre de 2008

¿Porque un blog, y por qué yo?

Estoy en crisis. Conseguí junto a Knuck un argumento bastante bueno, que aunque no era de mi gusto, sí cumplía la función que necesitaba: quería escribir para alguien. Y la historia era del gusto de esa persona a la que pretendía divertir con algunas palabrejas. Pero, digamos que yo y la literatura épica no nos llevamos muy bien, de modo que decidí empezar correctamente. Libreta en blanco, y a vomitar ideas… después pongámoslas en orden. Tuve que detenerme pronto. Se me congeló la cabeza y entré en una crisis profesional. ¿Cómo era posible que no supiese provocar mis propias palabras? Entendí hace bien poco, que para ser escritor, hay que aprender a serlo. No basta escudriñar el diccionario. No basta escribir siempre. Hay que escribir bien. Y si cada día escribo para mí, la importancia de esas palabras es insignificante, y siempre sé que lo que escribo está correcto porque entiendo lo que quiero decir, y simplemente lo digo.
Fue con aquel parón cuando entendí que ser escritora, no es saber escribir, sino saber lo que escribes. Se trata de que los demás vean lo que tú ves. Si no puedo hacer eso, es que no se escribir. Por eso un blog. De este modo al escribir aquí, a riesgo de que algunos dementes lo lean, me esfuerzo por plasmar ideas que de otro modo estarían mecidas y a salvo en mi cuaderno personal, entendidas siempre bien por mi mente retorcida. Aquí no soy yo lo que importa, lo realmente importante es que yo crea que entendéis lo que os quiero decir.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Historias pasadas

En el segundo comentario de mi primer post, un coleguita mío comenta, así como dejándolo caer, una curiosa palabra sin terminar: Fotoluna...
Sí, la palabra es fotolunática. Fue un año muy dificil, tenía turno de tarde en el instituto, mi mejor amiga iba por la mañana... tuve que adaptarme a horarios nuevos, que resultaron bastante perjudiciales para mi salud. Los turbados pensamientos clásicos de los dieciseis años empezaron a agriarme el caracter, a dificultar mi sociabilidad, y simplemente a hacerme la vida más dificil. Tanto que dejé de dormir. Se me desarrolló un insomnio que los médicos tildaron de crónico, me dieron unas horribles pastillas para dormir, y me sacaron al mundo. Paralelo a eso, en mis ojos, comenzaron también los problemas. Igual era por la pantalla frente a la que me pasaba horas escribiendo esa gran obra maestra, todavía interminada, pero lo que sucedió fue que se me rasgó la retina del ojo derecho, y con el sol, se me agravaba bastante. Me recomendaron protegerme con gafas de sol de calidad, siempre que me doliese lo más mínimo, por si acaso ese rasgado retinal, se convertía en rotura. Llegó un momento que el malestar era tal, que tuve que pedir un justificante escrito para protegerme la vista, incluso en clase. Cierto era que no tenía muchos coleguitas. Pero sin saber como, Navarro, Garay y Sentandreu se convirtieron en mis torturas de 3 a 9 todos los días. Y ahí surgió; del "¿por qué llevas gafas?" al " ah, entiendo... eres fotolunática" solo pasaron un par de segundos. Recuerdo también el haberme ido a Praga con una irreconocible Saida, y frecuentar en compañías de un tal bailarín llamado Max... Solo han pasado 4 años, y la única muestra de que aquello fue real, es una sonrisa que me aparece en la cara cuando veo un pequeño avión de jugete. Fue cortesía de Garay, para que "olvidara" mi miedo a volar. Todo se borra tan rápido... Antes volaba a diario, ahora mis pies están jodidamente clavados en un suelo, siempre demasiado duro, y demasiado frío.

No me averguenza decir que no me gustan los blogs.

Lo dicho... no siento verguenza. Últimamente mi vida ha cambiado bastante, y en mi cabeza las cosas rotan, se elevan, o sencillamente se desvanecen. A mis 19 años he notado a mi alrededor un despliege de posibilidades que quizá debiera de haber sucedido muchos años más adelante. Pero en fin, ahora hay que aceptarlo, y la consecuencia más importante de ese despliege de opciones, me llevó irrevocablemente a una decisión. Por ahora solo espero sea la acertada. Y en fín, aquí estoy, reclamando atención en internet, tratando de llenar algunos vacios que se han creado en mi muro de las lamentaciones.
De acuerdo, no me gusta internet, no quiero escribir un blog si bien sé que me liberará de cierta carga emocional, pero aún así voy a hacerlo.
Y como decía un gran poeta: Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas.